Dijo Ortega que “cuando uno llega a Asturias, lo primero que ve es que no ve nada “ Sí se ve, cuando no se ve. En estas mañanas de paseos silenciosos entre los árboles y la niebla se dejan ver, al caminar, los pensamientos, las sensaciones, los recuerdos. Las piernas van a lo suyo – hora y media ida y vuelta desde casa – mientras la cabeza descansa, dejándose mecer por este mar de niebla tibia. He salido temprano y es al volver cuando el sol – este sol tan amarillo de noviembre – se impone en los altos de Quintana. El campo viste de otoño, elegante. Huele a leña, llego a casa.