Cuando vengáis a Asturias, fijaos en sus huertas, todas – o casi todas – familiares, pequeñas, diminutas.Veréis entonces el bosque de palos, cañas o redes para el cultivo de lo mejor de esta tierra, sus fabes, sus judías.
Criarlas requiere montar un entramado por el que crecen de manera casi salvaje, desmesurada; de la misma forma mueren después de dar su fruto.
Entonces toca deshacer la trama bajo el sol o la lluvia de septiembre. Mes aquí indefinible, lo mismo de calor que de lluvias, de días azules por la mañana que otoñales por la tarde.
Mes de transición hacia el recogimiento, el fuego en la casa, la nostalgia del verano, la esperanza de un invierno tranquilo.
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